miércoles, 18 de mayo de 2016

La primera pieza de un cazador

Para todo hay una primera vez. Pero para un cazador, uno de los días más importantes, por lo menos para mí sí que lo fue, fue el día en que abatí mi primera pieza. Manteniendo las distancias, es como el día en el que te casas, el día en que das el primer paso para convertirte en cazador, pues la palabra "cazador" tiene muchas más cosas detrás que el mero hecho de abatir una pieza. Os voy a contar como fue "mi primera vez".

Yo tenía 9 años creo, la verdad es que fue un grave error mío el no guardar la fecha exacta, pero bueno. Mi abuelo me dijo que si quería salir a ver si abatíamos una perdiz. Para mi abuelo la perdiz es el pájaro perfecto, es fuerte como un roble, estética como una modelo e inteligente como un premio nobel. La combinación perfecta para el animal perfecto. Os digo esto porque mi abuelo no quería que abatiese un conejo, por ejemplo, pues en su coto abundan muchísimo y no es un animal tan "atractivo", por así decirlo. Él quería que abatiese un animal difícil, que la cosa no fuese salir y al primer día venir con un manojo de conejos, que me esforzará, y así fue. 

El caso es que lo intentamos de muchas maneras, haciendo aguardos en los pinares, andando entre los olivares... pero no obtuvimos nada. Cabe decir que sí que tiré, pero hay que tener en cuenta que estaba utilizando una pequeña paralela del 410 que me regaló mi abuelo, primero en calibre normal y después utilizando cartuchos magnum. Tenía un poco de miedo de que esos cartuchos me pegasen mucho retroceso, pues yo tenía 9 años y era bajito, tampoco había tirado mucho en tiempos pasados, más que las de perdigones...



Finalmente, tras dos días saliendo, a la tercera, nunca mejor dicho, fue la vencida. La verdad es que fue de casualidad, íbamos con el antiguo pick-up del guarda y vimos cómo un bando de perdices se metía en el monte, por lo que paramos el coche y bajamos. Yo entonces había ido a muchas cacerías con mi abuelo y sabía cómo actuar maás o menos, lo que no sabía era cómo llevar yo las riendas de la marcha, de cómo seguir a estos bellos pájaros, ya que yo siempre seguía a mi abuelo. Era un pequeño grupo de 6/7 perdices, e íbamos el guarda detrás mía y yo delante, a un ritmo rapidito. El guarda me decía "sigue sigue que las tenemos delante" pues yo no veía nada con las esparteras por en medio. El guarda era mis ojos.

Seguimos andando hasta que el guarda me dijo que las teníamos cerca, que me preparase porque en cualquier momento iban a volar, y que apuntase a la que yo viese que era la más factible. Seguimos andando, yo tenso, con el corazón a mil y de repente volaron todas a la vez, cuchicheando y haciendo el tremendo ruido que hacen las perdices al romper. Había una que se quedó retrasada y a esa la tiré. ¡Y LE DÍ! Sin embargo hubo que correr porque con la escopeta pequeña no la abatí del todo, por lo que el guarda corrió y la cogió ¡Yo no me lo podía creer! Ni yo ni el guarda, que me felicitó porque siendo de la edad que era y teniendo la escopetilla que tenía era complicado abatir una perdiz de esa manera, al salto, "como los mayores" pensé yo. Llegamos a la casa y le enseñe la perdiz a mi abuelo, que me felicitó, me dio un abrazo y me dijo "te voy a enseñar a destriparla y esta noche ayudas a la abuelita a hacerla para cenar, como los auténticos cazadores".

Como veis, recuerdo ese día(excepto la fecha) como si fuese ayer, fue uno de los días más felices de niño. Para alguien así es especial, pues llevas asistiendo a las cacerías desde pequeño, observando y aprendiendo de cada persona, viendo cómo trabajan los perros, y de repente te ves tú ahí, como los mayores, fue muy especial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario